El Museo

El Museo Santa Clara es un Museo gestionado por la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Inaugurado en mayo de 2005, se encuentra emplazado en pleno centro de la ciudad de Murcia y ocupa el ala norte del Real Monasterio de Santa Clara La Real, lugar donde residen en régimen de clausura las Hermanas Pobres de la Orden de Santa Clara. El complejo arquitectónico que integra el museo constituye uno de los conjuntos monumentales más importantes de la ciudad y de la región de Murcia y fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 1981 (Real Decreto 3307/1981 de 30 de octubre (BOE nº 15 de 18 de enero de 1982). 

El conjunto pasó de ser residencia palacial de recreo de la nobleza islámica durante los siglos XII y XIII a edificio religioso y convento de clausura desde el siglo XIV. La prolongada permanencia de la comunidad de religiosas ha permitido la conservación de un conjunto íntimamente vinculado a la historia de Murcia.

La visita a este importante edificio y a su exposición permanente, articulada en dos itinerarios, permite al público adentrarse en nuestra historia y admirar el arte del pasado medieval: en la planta baja, los salones del palacio del siglo XIII, acogen una de las muestras de arte y arqueología islámicas más significativas de la Región de Murcia. En la planta primera, el antiguo coro gótico de la Iglesia y los salones conventuales exhiben obras de arte sacro pertenecientes a la Orden de las Hermanas Clarisas. 

La visita al museo permite adentrarse en el reservado y recóndito mundo de un convento de clausura a la vez que se admira una importante muestra del arte y la arquitectura islámica de Murcia. 

SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA ISLÁMICA

Una vez que se abandona el espacio de acogida del Museo, comienza el recorrido por el conjunto monumental de Santa Clara, que se inicia en el antiguo huerto del Monasterio, hoy transformado en jardín y zona de descanso. Al acceder al interior del edificio, se comienza la visita del museo en el palacio musulmán del siglo XIII, que consta de tres partes:

Patio del palacio hudí del siglo XIII. Este tranquilo y evocador patio, está precedido por una galería tardogótica del siglo XV. La estructura del patio presenta un modelo único de transición entre los patios con crucero de época almorávide y los de alberca central y dos arriates de época nazarí, tan presentes en los palacios de La Alhambra. Las aguas cristalinas nos trasladan al pasado, reflejando como un espejo la arquitectura y realzando su monumentalidad. En los cuatro arriates que rodean la alberca central, se ha recuperado parte de la vegetación original del palacio como palmeras, ciruelos, naranjos, albaricoqueros, higueras o granados. La unión de agua y vegetación crea un ambiente evocador muy propio de los jardines palatinos en época islámica. 

Pórtico del palacio musulmán del siglo XIII. Este monumental y alargado pórtico está compuesto por tres arcos festoneados enmarcados que conservan una compleja y profusa decoración realizada en yeso con diseños en atauriques de rica policromía. En el centro se ubica una fuente de forma poligonal que debió estar conectada con la alberca. Además de su valor decorativo, esta pequeña fuente también debió tener un valor simbólico, por la relación del agua con la vida dentro de la religiosidad islámica. Este espacio se ha denominado sala Tudmir, y en él se realiza un recorrido por la historia de al Andalus a través de la exposición de una importante muestra de materiales arqueológicos de toda la región de Murcia. Destaca la colección epigráfica, con lápidas conmemorativas, fundacionales y funerarias que aportan una valiosa información desde el punto de vista histórico. En las vitrinas se expone una buena representación de cerámica que pone de manifiesto la variedad y riqueza decorativa que caracteriza este período: desde las primeras producciones con decoración verde manganeso características de época califal, se pasa a los espléndidos ejemplares con decoración esgrafiada de los siglos XII- XIII y a una variada representación de cerámicas decoradas o sin decorar que constituyen los ajuares básicos de los ámbitos domésticos andalusíes. También destacan otros utensilios domésticos como braseros, piletas de abluciones o reposaderos, juguetes y utillaje agrícola compuesto por azadas, legones y sierras. Por último, el recorrido por esta sala concluye con una vitrina en la que se exponen algunas cerámicas mudéjares que muestran la transición entre el mundo medieval islámico y el cristiano.

Salón del palacio del siglo XIII. El salón aúlico del palacio islámico, también conservado en alzado, tiene una orientación norte- sur. De forma alargada, cuenta con dos alhanías sobreelevadas en los extremos, a las que se accedería a través de un estrecho pasillo y escalones, hoy no conservados. El acceso está precedido por arcos que descansan en semicolumnas realizadas también en yeso. Los arcos repiten la profusa decoración en ataurique con rica policromía y los alfices se decoran con motivos epigráficos. Este salón fue utilizado como espacio de representación y recepción del monarca y en él se realizarían las audiencias y se administraría justicia. En el interior del salón se pueden contemplar los restos arqueológicos pertenecientes al palacio del siglo XII, que se encuentran tres metros por debajo del solado actual. Los gobernadores almorávides y el emir Ibn Mardanish levantaron un extraordinario conjunto áulico compuesto de variadas edificaciones de carácter palatino, incluyendo un pequeño baño, letrinas y viviendas de servicios. De todo ello sólo se conservan los restos de un gran patio de crucero semejante al del Castillejo de Monteagudo, con andenes y plataformas soladas de ladrillo que delimitan jardines de escaso fondo, canales cortados en cruz y una Qubba o pabellón en la intersección de los brazos.
En esta sala, denominada Sahrq al Andalus, se exponen restos arquitectónicos y ornamentales de los palacios de Santa Clara: del palacio hudí (siglo XIII), destacan los arcos y alfices con bandas epigráficas procedentes del salón sur, recuperados en 1960. Del palacio mardanisí (siglo XII) se exponen zócalos de cuidada decoración y una selección de las yeserías policromadas más representativas de Santa Clara y de otro palacio mardanisí, ubicado en la localidad de Monteagudo. Entre todas estas yeserías destaca el magnífico fragmento en el que se representa un personaje tocando un instrumento musical denominado mizmar. Este fragmento, junto con otros, constituían las muqarnas de las bóvedas del salón del trono del palacio de época mardanisí. En la pared norte se exponen piezas talladas en madera, arrocabes y canecillos, que formaban parte de la propia estructura del edificio, con inscripciones coránicas del siglo XII.

Por último, dos vitrinas exponen objetos suntuarios como amuletos, joyas, ungüentarios, objetos de tocador, vidrios o piezas de ajedrez que ponen de manifiesto el desarrollo de las artes suntuarias y los gustos refinados de la época. En otra vitrina se conserva un magnífico conjunto de tesorillos numismáticos, algunos de ellos ocultados en épocas de inestabilidad política, como es el caso de los aparecidos en la plaza Yesqueros de Murcia y en la finca de La Pita de Alhama de Murcia.

SECCIÓN DE ARTE SACRO

El recorrido hacia la sección de arte sacro, se realiza a través de una escalinata y una pasarela que permite contemplar de un lado, el magnífico pórtico de tres arcos del palacio islámico y de otro, el piso superior de la galería tardogótica. Esta galería fue construida durante el reinado de los Reyes Católicos, gracias al decidido apoyo mostrado por la reina Isabel a la reforma observante de la regla franciscana y, sobre todo, a la aportación de cuantiosas dotes por parte de algunas religiosas pertenecientes a las familias Pacheco y Fajardo. La galería está formada por una doble arquería un tanto irregular, compuesta por arcos de torso rebajado en la planta baja y arquillos mixtilíneos en la superior, que queda adosada a la fachada del pórtico islámico. El tránsito hacia la sección de arte sacro a través de esta pasarela, permite además contemplar en todo su esplendor el patio con la alberca y la sencilla arquitectura del monasterio.

La sección de arte sacro, denominada Tiempos de Silencio, explica la sección medieval cristiana y moderna del Monasterio. En esta parte, la sobriedad y sencillez constructiva de la orden franciscana contrasta con la suntuosidad y exotismo de la arquitectura palacial islámica. Con la visita a esta sección, se entiende la continuidad histórica que caracteriza a este edificio con sus sucesivas fases de remodelación, una vez que pasó a tener un uso religioso y se explican los contenidos básicos de la mentalidad conventual. Esta parte del edificio, en la crujía oriental, había albergado las celdas de las hermanas durante siglos y junto a las naves monacales, que ahora muestran un aspecto diáfano, se abre el antiguo coro de la iglesia gótica. En este espacio se conserva una magnífica cúpula de iconografía gótica que representa dragones amenazantes con las fauces abiertas y cuya restauración nos permite en la actualidad contemplarlos en todo su esplendor de colorido. Esta peculiar forma de decorar estos espacios con seres fantásticos se repitió en la capilla de Macías Coque de la Catedral de Murcia y en las nervaduras de la Iglesia de Santiago de Jumilla. La excepcionalidad del espacio gótico, único en su género entre los monasterios de la vieja diócesis, inicia el recorrido como continuidad lógica del pasado andalusí, enlazando dos mundos diversos vinculados en este edificio.

Las salas sirven de marco a una exposición permanente que muestra los distintos avatares del edificio e ilustra sobre las formas de pensamiento, vida y cultura de una comunidad religiosa de larga tradición, presente en este espacio desde mediados del siglo XIV. En ellas se exponen algunas obras de arte promovidas por el mecenazgo y se advierten las orientaciones iconográficas a lo largo de los siglos: santos, inmaculadas, infancia y pasión de Cristo, eucaristía son temas empleados en pinturas, esculturas y objetos de uso devocional y personal. La Sección Tiempos de Silencio reúne un buen número de obras de arte propiedad de las monjas clarisas, nunca expuestas hasta ahora. Esculturas, pinturas, documentos, piezas suntuarias y objetos devocionales, en su mayoría recientemente restauradas, muestran la historia del convento y la vida en clausura. Este rico patrimonio proviene, en su mayoría, de las donaciones que servían para agradecer favores y mercedes, demostrar la piedad personal y asegurarse un último y final reposo en el Más Allá. 

En el coro se pueden contemplar piezas relacionadas con la primitiva iglesia, tan singulares como el retablo de Guadalupe y el de Santa Clara, pintado por Jerónimo Ballesteros hacia 1590, y una serie de objetos íntimamente relacionados con la vida en ese período, como unas rejas románicas antiguamente instaladas en el acceso a la cámara fúnebre del convento. Desde el coro se puede ver la iglesia barroca, lo que permite entender las transformaciones sufridas por el monasterio desde el período gótico a la actualidad.

Al salir del coro viejo, se accede a un tramo de la nave conventual donde se exponen obras del siglo XVI como el retablo de San Juan Evangelista y la Predella de la Última Cena y piezas de orfebrería como cálices y custodias, textiles y pequeñas esculturas que representan niños Jesús de la orden franciscana. Una secuencia de pinturas y esculturas de los siglos XVII y XVIII de autores como Senén Vila, Diego de Mora, Francisco Salzillo o Roque López, culminan con la visión del crucificado de Salzillo, denominado de “Las Isabelas”, que pone punto final al recorrido museístico.